Buscaba vencer el
milagro mezquino
de lograr entender
la pasión sepultada.
“El cristiano es
esclavo”, Vociferaba.
“Sus venas someten la
sangre humillándola”.
Nos diferencia el
abismo y el tedio.
Tanto así como toma
conciencia
la hamaca llorando su
balada,
y mis labios extrañan
aquello que no probaron.
Tanto así como el
margen dionisiaco
que emanan mis ojos
ansiosos,
y las hojas de un
libro recrean vida
en la esperanza de mi
germinador.
Transitando la vida
en un acertijo.
Laberinto selvático,
en el cual son pocas
alas
las que desplegarán.
Cuál es el tamaño
insignificante
en el que mi
conciencia parte de tu causa
mientras el efecto
desenamora,
y el punto canaliza.
El amor cambia como
la vida recrimina,
sus caminos no
elegidos.
El aparente momento
indiscreto,
de la ingrata
desdicha. Al fin y al cabo somos paz sin estrenar.
Desierto que se
incuba en la mañana trasgredida,
por una sonrisa lánguida.
Somos el miligramo
cubriente del amor clandestino.
El ingrato dadaísmo
que descansa en una tumba.
Aromas desangrando
una víspera inmensa e incesante
la luz frígida del
dolor cautivo.
El arremetedor compás
en el que tus labios sueñan sin tempo
sobre los míos.
La caricia imaginaria
del pudor.
El instante sol, el
momento tuyo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario