miércoles, 29 de agosto de 2012

Farol. ol.




Buscaba vencer el milagro mezquino
de lograr entender
la pasión sepultada.
“El cristiano es esclavo”, Vociferaba.
“Sus venas someten la sangre humillándola”.
Nos diferencia el abismo y el tedio.
Tanto así como toma conciencia
la hamaca llorando su balada,
y mis labios extrañan aquello que no probaron.
Tanto así como el margen dionisiaco
que emanan mis ojos ansiosos,
y las hojas de un libro recrean vida
en la esperanza de mi germinador.
Transitando la vida en un acertijo.
Laberinto selvático,
en el cual son pocas alas
las que desplegarán.

Cuál es el tamaño insignificante
en el que mi conciencia parte de tu causa
mientras el efecto desenamora,
y el punto canaliza.
El amor cambia como la vida recrimina,
sus caminos no elegidos.
El aparente momento indiscreto,
de la ingrata desdicha. Al fin y al cabo somos paz sin estrenar.
Desierto que se incuba en la mañana trasgredida,
por una sonrisa lánguida.
Somos el miligramo cubriente del amor clandestino.
El ingrato dadaísmo que descansa en una tumba.
Aromas desangrando una víspera inmensa e incesante
la luz frígida del dolor cautivo.
El arremetedor compás en el que tus labios sueñan sin tempo
sobre los míos.
La caricia imaginaria del pudor.
El instante sol, el momento tuyo.

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